Javier y el potrillo
El potrillo está pastando. Me ve y no se
asusta. Se queda esperándome, muy quieto. Me mira. Parece que me habla. Me
alejo y relincha. Parece que me llama. Me acerco y se calma.
Lo agarro por la cabeza. Es tibio. Es áspero. Huele
a pasto de la isla y a río.
Es manso. Paso entres sus patas. Siento la
tibieza de su panza y escucho los latidos de su corazón.
Le acaricio la oreja. Su ojo es de color
marrón. Nos entendemos a través de nuestras miradas. Estamos conectados.
Me siento sobre el pasto, él se echa a mi lado.
Me huele. Arranco un puñado de pastito
tierno y se lo ofrezco. Saca la lengua y mientras recogen pasto me lame la
mano.
Si fuera mío lo tendría en mi casa:
y lo acostaría conmigo
y le daría leche en mamadera
y zanahorias
y lo bañaría con champú
y lo llevaría a pasear con correa
y le contaría cuentos para dormir.
Me gusta estar con mi potrillo.
Ojalá fuera mío.
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